Una persona normal no soporta más de dos minutos. Cuando se acerca a ese límite, la acumulación de CO2 desencadena dolorosos espasmos en el diafragma y los músculos intercostales, lo que le obliga a dar bocanadas.
En estado de inmersión, el organismo concentra el oxígeno en el cerebro y el corazón, sustrayéndolo de zonas menos vitales, pero no evita las contracciones. Solo los especialistas en apnea consiguen, gracias al entrenamiento y a la concentración mental, hacer caso omiso de las imperiosas señales de alarma.
Si además inhalan antes oxígeno puro –en la disciplina llamada apnea estática–, estos atletas extremos pueden estar ¡más de un cuarto de hora debajo del agua. El récord mundial lo tiene actualmente el suizo Tom Sietas, con un registro de 22 minutos y 22 segundos.
*Vía muy interesante
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